lunes, 30 de diciembre de 2013

Cualquier tiempo pasado fue peor

Viene hacer hoy, dos años este trastero. Y para celebrarlo, como ya hiciera en su primer aniversario, traigo unas letras de uno de los míos. Este año las firma Juan Antonio Jiménez Sánchez, quien entendiera a la perfección este modo de expresión y con quien vengo teniendo la suerte de compartir la vida.


Cualquier tiempo pasado fue peor



Si algo he tenido claro siempre es que cualquier tiempo pasado fue peor, y no son pocas las veces que me viene esta idea a la mente durante el año, sobretodo cuando se van acercando las uvas.

Jamás como uvas, salvo en Nochevieja. Mientras todos miran la televisión tomándolas al ritmo de las campanadas, tengo la costumbre de mirar por la ventana, dedicando cada uva a un mes del año que acaba, con la certeza de que lo mejor està por llegar.

Me da cierta serenidad huir del pesimismo, de la desesperanza, de la queja, de la preocupación. No trato de escapar de la realidad, sino de afrontarla, pese a sus reveses, con la mejor de las caras, aunque por dentro esté sufriendo por algún tipo de dificultad.

Miro hacia atrás y veo un 2013 que no ha favorecido a casi nadie; se me presentan caras de personas muy cercanas que siguen viviendo situaciones difíciles, ya sean laborales o de salud, y me edifica mucho la actitud de muchos de ellos, que siguen saliendo de casa cada mañana con las armas guardadas, pero con los dientes afilados, dispuestos a morder, a ganarse la vida, a cambiar su presente y a reinventarse para que sea posible un futuro diferente.

Me encantan las personas que le ponen los cuernos a la tristeza y a la desgana, que saben hacerle una trompetilla al jefe sin que éste se dé cuenta, porque los haya tratado injustamente; son los que me recuerdan que si te pones delante de un toro, tiene que ser el toro el que salga corriendo primero y asustado.

Porque si hay algo que asusta, sorprende, vence, arrastra y convence, eso es la actitud de ir con la cabeza alta, la sonrisa puesta y las lágrimas guardadas ante aquello que más miedo nos provoca.

Y al mirar hacia atrás, veo que en 2013 muchas personas le han puesto un buen par de banderillas al sufrimiento, queriéndolo aniquilar para que no siga dándonos quebraderos de cabeza.

He pasado un año especialmente bueno, y no por los éxitos conseguidos sino por todo lo que he aprendido de mis fracasos, de las cosas que no han salido bien y de aquellas que pueden mejorar. Creo que la vida es así, saber vivirla con alegría y disfrutando con independencia de que el viento sople con fuerza y en contra. A mí me gusta que me quite el flequillo de la cara.....

Hacia atrás hay que mirar siempre ( aunque algunos digan que ni para coger impulso), precisamente para cogerle el pulso al tiempo, a las cosas, a las personas, y saber quiénes son los que quedan respirando, porque ellos son los que a golpe de corazón y con el martillo en la mano serán capaces de salir de la situación en la que nos encontramos.

Sólo hay una cosa que nos distingue a unos de otros, y puede llevarnos a la cima más alta: la actitud.

Algunos optan por encender una vela mientras otros se quejan de la oscuridad, y es evidente que serán unos los que vean antes las oportunidades y los otros los que seguirán a tientas y a ciegas.

Una actitud optimista, segura y entusiasta de querer comerse la vida a cucharadas, será la que nos llevará a lo más alto, y la que impedirá que ningún enemigo por fuerte que sea pueda minarnos la moral. Hay que seguir intentando las cosas, aunque no salgan a la primera, a pesar de que las circunstancias no nos sean favorables.

Ya ha acabado el tiempo de lamentarse y de la queja, y ha llegado la hora de disfrutar de la vida las 24 horas del día, de aprovechar cada momento que estamos y que nos quede en este Paraíso que Dios nos ha regalado, de acostarnos cada noche recordando sólo las cosas buenas que nos hayan pasado, que no renunciemos nunca a contarle un cuento a nuestros niños, de disfrutar de una cerveza en compañía de alguien que queramos, de reírnos con algún whatsApp ocurrente que recibamos, de tener en cuenta a nuestros padres, de llamar a aquella persona con la que hace tiempo que no hablamos, de escuchar música distinta, de leer algo que nos cultive, de pasear alguna tarde perdiéndonos por la ciudad, de pensar que las cosas pueden cambiar y de tener la seguridad de que lo harán, y para mejor.

Cualquier tiempo pasado fue peor y lo mejor está por llegar, siempre que nos mostremos activos para que así suceda.

Termino contándote un secreto. En mi ordenador tengo una frase escrita que es lo primero que aparece cuando lo enciendo: " Lo consiguieron porque no sabían que era imposible".

No hay nada imposible, nada, y así encaro el 2014, deseándote que también se puedan cumplir la mayor parte de tus sueños, de tus proyectos.

En dos noches estaré liado con las uvas, escuchando de fondo a mi familia mientras miro por la ventana, con mi peculiar autismo, acordándome de lo que ya ha pasado... pero, sobretodo, con ganas de darle un abrazo al nuevo año, para vivirlo a tope con los míos yendo juntos de la mano.

Ese es mi deseo, y si se cumple, el año que viene con el champagne pasaré de las uvas, y me tomaré un plátano.

                                                                                  
                                                                                           Juan Antonio Jiménez Sánchez

lunes, 2 de diciembre de 2013

El Portal de Belén tenía una Ventana

Erase una vez un pastor de ovejas al que todos conocían como el Pastor de la Caña que, en una noche fría y despejada de invierno, se encontraba descansando al calor de la hoguera mientras el rebaño pastaba vigilado por su perro, De pronto, se le apareció un ángel, que acercándose lentamente le dijo;

No temas, vengo a traerte una buena noticia; porque ha nacido hoy en la ciudad de de Belén, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Hallarás al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre"

El pastor se puso en pié, se abrigó con el manto color rojo purpura, cogió su caña de pastorear e inició la marcha según le había indicado el Ángel, siguiendo una estrella resplandeciente.

No era muy alto, tenía un corazón noble y buena fama entre los demás pastores de la zona por su generosidad al compartir el pasto de las tierras que le pertenecían con otros rebaños. Le llamaban Pastor de la caña ya que no utilizaba una vara de nogal, sino una caña que le regalara su padre, que también fue pastor de ovejas.

Tras varias horas de camino, comprobó cómo la inmensa estrella brillante se detuvo en una zona de establos, justo donde se agolpaban un gran número de personas. Se fue acercando inquieto, buscando al niño que acababa de nacer. Llegó hasta pocos metros mientras saludaba a otros pastores que habían llegado antes que él. Intentó acercarse para mirar pero un sequito que acompañaba a los que decían eran tres reyes de oriente, no le permitía el paso.


Por más que intentaba colarse entre el tumulto silencioso que se juntaba frente al establo, no conseguía abrirse un hueco para mirar al Niño. Era tal cantidad de gente la que se había juntado, que con lo menudo de su cuerpo no podría nunca llegar hasta la primera fila. Triste, el Pastor de la caña desistió de llegar hasta el pesebre, dio unos pasos atrás y cabizbajo se fue retirando, mas giró la cabeza y vio lo que no imaginaba; El establo tenía una ventana.

Miró dos veces a cada lado, incrédulo de estar solo ante la ventana desde donde contemplar al Señor. Llegó hasta ella, apenas se elevó un poco con las puntas de los pies… y allí lo vio, tranquilo, silente, era un hermoso recién nacido envuelto en paños que, tumbado en un pesebre cargado de paja, sonreía a todos.

Junto al pequeño, la Madre en cuyo rostro se reflejaba la ternura más acendrada. El Esposo, recibía y atendía las felicitaciones de todos, y su sonrisa denotaba el orgullo de padre feliz. El pastor quedó absorto ante aquella estampa. Nunca antes había sentido tanta paz, notando como si su corazón se pusiera de rodillas adorando aquel pequeño, convencido que era el más grande.

Mirándose pensó, qué podía ofrecerle que no le hubieran regalado ya. Rápido se despojó de su manto color púrpura, lanzándolo desde la ventana. Cayó a los pies de su Madre quien con gesto amoroso agradeció el presente y abrigó con él al Niño Jesus.

Aguardó contemplando hasta que el niño quedó dormido, sintió que el encuentro vivido en aquella ventana le marcaría para siempre. Se dio la vuelta y comenzó el camino de regreso.

Una vez que llegó hasta donde estaba su rebaño, reparó que no llevaba consigo la caña. Se la había dejado apoyada en la ventana.

“No importa”. Pensó. Quizás le sirva cuando crezca y sea Rey.